"Enrollen las banderas, no las bajen nunca, pero enróllenlas así los de atrás pueden ver"
Cristina Fernández, un acto cualquiera.
Una campaña electoral es, por definición, la lucha por la opinión en la
sociedad. Conducir es persuadir y nadie nunca jamás logró convencer a
alguien de algo de lo que no está convencido. El fuego amigo, ir a votar
desgarrado y todas esas pelotudeces tienen su repercusión, porque la
gente no es zonza y mira.
Desayunarse la cena, con discusiones
sobre qué pasará en el movimiento justicialista en el período 2015-2017,
cuando aún no se ganó la elección presidencial es vender la piel del
oso antes de cazarlo y tampoco ayuda. Nadie vota delegados, gobernantes
que no gobiernen ni dobles comando.
Las reacciones de los
compañeros el día después de las elecciones en las redes sociales fueron
desopilantes. Desde "la gente es una ingrata", pasando por "esto es una
guerra y acá no se rinde nadie", la imposibilidad de decodificar el
mensaje de las urnas fue estremecedor. El kirchnerismo no solo no ganó
en primera vuelta sino que va empatado a un balotaje -que es correrla de
atrás- y el peronismo perdió ni más ni menos que la provincia de Buenos
Aires.
Alguien dijo una vez: "el kirchnerismo te lleva al paraíso a
patadas en el culo". Si el "paraiso" es el fondo, las "patadas en el
culo" son la forma. Los ciudadanos no son idiotas, no quieren el fin de
la Asignación Universal, quieren el fin de la cadena nacional una vez
por semana porque es una tocada de culo innecesaria que nos gusta a
nosotros nomás, que la queremos a Cristina y "qué ídola que sos". No
quieren el fin del Fútbol para Todos, quieren no tener que fumarse una
apabullante propaganda política que demasiadas veces cae en partidaria.
No quieren dirigentes cobardes con el FMI o los fondos buitre, pero sí
con capacidad de autocrítica y de escuchar la calle. Aún la calle
asfaltada. Reírnos en la cara de 200 mil caceroleros y decirles:
"nosotros tenemos el control del Congreso" o "hagan un partido y ganen"
es tirarle el colectivo encima al fitito. Hay demandas ahí, se debe
poder tomar nota. Hablar de sensación de inseguridad, ningunear la
inflación, no medir la pobreza aunque se la combata, porfiarse con
ganancias, minimizar al punto de negar las derrotas electorales se paga,
cómo que no. Los errores propios existen y hay que volver a enamorar.
Nada peor en política que el autismo.
Cuando el kirchnerismo ganó
con el 54%, con 37 puntos de ventaja a su inmediato competidor, empezó a
boxear con su sombra. Se olvidó de persuadir, porque ya tenía los
porotos y no le hacía falta. Comenzó más que nunca a privilegiar las
formas.
Se acentuó una tendencia en la militancia kirchnerista a la
endogamia, al microclima. La militancia de la "selfie" -que nadie dice
que sea la mayoritaria- existe y es más o menos esto: salir a convencer a
los convencidos. ¿Para qué se manda un mail o mensaje de wsp a un grupo
de compañeros, si ya pensamos todos lo mismo? ¿Cuánta gente que no es
del palo tenés en tu facebook y podés hablar sin putearte porque no te
considera un kirchnerista cabeza de termo?
Se convence al que piensa
distinto. Escuchándolo para partir de un punto en común y generar
empatía. Dando la razón en algunas cosas, aunque sean secundarias para
nosotros. Lograr que no te sientan "extraño" y piense que sos un tipo
autocrítico y lúcido. Ser "fronterizo" de la grieta. Si llega a pensar:
"lástima que está con ellos porque es buen tipo, entiende" arrimaste
más, porque ahora te escucha. Fijate bien lo que le vas a decir.
Decir que si gana Macri es el fin del mundo porque es "malo" y quiere
destruir el país no sirve. Tirarle con la dictadura, los noventa y su
gobierno en la ciudad -ampliamente plebiscitado por la mayoría- no
sirve. Hay que dejar de hablar de Clarín por dos años. Esas balas a
Macri no le entran y acá lo que se busca es la eficacia en el accionar
político.
El discurso de Máximo fue un papelón. No solo no ganó la
categoría de diputados, en la que salió segundo, sino que se la pasó
puteando a Clarín y dijo -a horas de haber perdido la provincia de
Buenos Aires, infinidad de intendencias e ir empatados al balotaje- que:
"la gente votó a Cristina con el 54% y a Macri con el 34%". Autismo
absoluto o intereses inconfesables.
Cada vez que Máximo puetee a
Macri, éste va a subir en las encuestas. Es una regla de tres simple y
Scioli tiene que decirle que cierre el pico y que se haga de abajo.
Scioli dijo que va a ser más Scioli que nunca y eso en criollo significa
que va a empezar a mostrarse más autónomo y rebelde del kirchnerismo de
las formas. Está perfecto, era hora. Si la militancia kirchnerista
quiere hacer su aporte, aparte de convencer en la verduleria -el mundo
real, no el virtual- a desconocidos con tacto y humildad, su aporte es
este: dejarse putear sin reaccionar.
Scioli va a empezar a tocarle
el culo al kirchnerismo simbólico poniendo en caja a Carta Abierta, 678 y
La Cámpora. Hay que bancársela y todo aquel que además de kirchnerista
sea peronista lo va a entender. Ver en esto una traición y no una
táctica electoral es kirchnerismo bobo. Silbar bajito y repetir la línea
del candidato es el aporte.
Macri es porteño. ¿Realmente puede
ponerse en el lugar de un chaqueño, un chubutense o un salteño? Un
porteño no sabe lo que es estar a miles de kilómetros del "calor" y si
Dios está en todos lados pero atiende en Buenos Aires hay que hacer la
campaña con eso. Hay que plantase en unitarios y federales porque ellos
no tienen gobernadores y nosotros muchos muy queridos en sus provincias.
Hay que plantarse en el peronismo porque ellos no tienen sindicatos y
nosotros sí.
Lograr privilegiar el fondo -que Scioli gane y seguir
gobernando la nación-, sacrificando en la campaña las formas, sin
reaccionar y conteniendo el fuego amigo, salir a convencer a no
convencidos predicando la línea que baje el candidato es lo que la
realidad impone para ganar.
Posdata: la eficacia de este texto se
medirá en las puteadas que se reciban de los compañeros, porque se
busca conmover estructuras mentales.
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